miércoles, 21 de noviembre de 2012

Silvia Fuertes

Silvia Irene Fuertes
Nací en Quilmes, provincia de Buenos Aires, el 11 de mayo de 1953. Hice mis estudios primarios en la escuela  General Manuel Belgrano situada cerca del Parque de la Cervecería Quilmes. Continúe la secundaria en la Escuela Superior Normal Almirante Guillermo Brown donde me recibí de profesora para la enseñanza primaria.
En el año 1974 comencé las primeras suplencias en la escuela estatal y en 1975 lo hice en el colegio San Felipe Benizi.
Ya en 1978 compartía la docencia en forma simultánea en la escuela La Providencia y en San Felipe Benizi hasta el año 2009. Me jubilé habiendo completado 31 años de actividad en doble cargo.
Durante 2011 comencé el taller literario dictado en  la Universidad Nacional de Quilmes.



. Espejo .
Se miró al espejo. Lo que vio no le gustó. Sus ojos estaban tristes y su mirada lejana. Su rostro demacrado por las arrugas impresionaba.
¿Si la gente supiera?, pero cada uno tenía sus propios problemas.
Comenzó  a  pintarse, el maquillaje disimulaba, tal vez por eso, era que todos creían que su vida transcurría en paz.
Se esmeró más que otras veces. Lentamente colocó las sombras, el contorno de los labios fue delineado y pasó el rubor en sus pómulos.
Ya se había puesto la mejor de sus ropas, la de colores más brillantes.
Sólo faltaba… la voz conocida se acercó  y le dio el aviso.
Ahora sí, se colocó la peluca y salió a escena.
El público aplaudió a rabiar y él esbozó la mejor y la más trabajosa de las sonrisas.
Un payaso no puede faltar en un circo, debía hacer reír a los demás, mientras se desgarraba por dentro.
¡La función debía continuar!



. Rumor de olas .
Es un día gris en los comienzos de la primavera, cuando el invierno no se quiere ir y da sus últimos coletazos que desfiguran el inicio de la estación de las flores y esperanzas.
Pero así pasa… también en nuestras historias personales. A veces no podemos dar un corte definitivo a una etapa de nuestro pasado y cuando ya creemos haberla superado, vuelve algún recuerdo que nos retrotrae a ella. Tal como este día gris de principios de primavera.
La joven que va caminando con los pies descalzos sobre la arena blanda siente como estos se humedecen y hunden dejando las huellas que el agua borrara en unos instantes.
Su mente está lejos, empapada en aquellos recuerdos.
Cada vez son más espaciados, pero vuelven cada tanto y este día, con sus nubes grises y el viento azotando su rostro, hace que su mente esta anclada en esa época de su vida.
Cada tanto, una gaviota parece volverla a la realidad y luego, nuevamente, retorna al pasado.
Sin embargo no está triste porque esa etapa ya se fue y el dolor se hizo cada vez más suave aunque dejo cicatrices imborrables, no como sus huellas que ya desaparecieron de la arena.
Y así, sus pasos la conducen al final del camino donde una niñita muy parecida a ella la espera. Al verla se echa a correr con sus pequeñas piernitas y los brazos abiertos.
La joven se agacha y la recibe contra su pecho. Ha vuelto al presente y en sus brazos tiene su fututo.
Sonríe y tomadas de la mano se alejan del rumor de las olas y aunque sea por hoy, también del rumor de su pasado.


. Libertad .
En el baúl aguardaba. Ya hacía un tiempo que había  despertado del sueño del verano.
¿Nadie se acordaría de él? ¿Ya nadie querría sacarlo?
Tenía muchas ganas de tomar aire fresco.
Y de pronto el ruido conocido, el abrir de la tapa y la brisa penetrando en él.
Una voz familiar ¡aquí está! ¡lo encontré!
Una mano pequeña y el tirón de la salida.
¡Ah, qué hermoso, por fin!
Y se asomaron al ocre jardín. Bellísimo día, ideal para él.
Un fuerte viento sacudía los árboles.
La mano pequeña lo agarró con fuerza y otra más grande sujetó el hilo.
Corrieron un rato y luego la ¡libertad! ¡Qué hermosa sensación!
Sus flecos estaban otra vez agitándose, empujados, llenos de vida. Su cuerpo se hinchaba con el mágico soplido.
Y así subió y subió. Volvió a ver las nubes ¡qué hermosas eran! Las saludó con una pícara voltereta y ellas, al reconocerlo, le hicieron un cómplice guiño.
También fue a los árboles que ya tenían pocas hojas y le dio frío al verlos tan desnudos.
Miró hacia abajo. Una alfombra maravillosa se veía brillar. Los colores pasaban por el amarillo, el ocre, el marrón chocolate. Uy ¡qué rico!
Recordó el olorcito del chocolate caliente que luego el niño tomaría.  
¡Más hilo, mas hilo!, pidió dando círculos como si fuera a caerse. Su cola quería empujarlo más arriba hacia las negras chimeneas.                                                                                          
Lo logró, lo soltaron, le dieron más libertad. Y así recorrió otros lugares que no conocía. ¿Qué pasaba? Es que el niño ya no era tan pequeño. Las piernas habían crecido y ahora corría con más velocidad.
Se encontró con una bandada de golondrinas.
Ellas se iban a lugares más cálidos.
Por un ratito jugó con ellas, las envolvió en un círculo y luego las dejó partir.
Revoloteó un poco más porque el viento se hizo más fuerte. Subió y subió. Pasó silbando por un alto fresno al que terminó de despeinar haciéndole caer las últimas hojas que le quedaban.
El árbol lo miró enojado y él le pidió disculpas. Al fin y al cabo hacía mucho tiempo que no salía a pasear y aún no dominaba muy bien sus movimientos.
Hizo mil piruetas, estiró el cuerpo al máximo. De pronto se asombró, casi se choca con alguien parecido a él. Su forma y colores eran distintos pero compartían los mismos gustos. Juntos jugaron dando vueltas alrededor de las nubes regordetas y grisáceas que los miraban con desconfianza.
Por un rato lo perdió de vista y lo reencontró detrás del ciprés. Se miraron con alegría y siguieron haciendo travesuras.
La mano pequeña comenzó a tirar de él, ¿qué pasaba? Ah, sí ya recordaba, el paseo había terminado. Pero sólo por hoy, porque al regresar a la alfombra dorada escuchó al niño decir al otro: mañana volveremos. Hoy me divertí tanto que te espero en este mismo lugar.
¡Qué suerte! No volvería al baúl, por lo menos no por un tiempo.
El también se sintió feliz y a pesar de volver a tierra con algunos flecos menos pensó que era maravillosa esa vida y que él quería disfrutar la hermosa aventura de la libertad.
Con una sonrisa se acurrucó en el rinconcito donde lo habían dejado al calor de la chimenea y sintió el delicioso aroma del chocolate caliente.
Mañana volvería a la dicha de sentir todas las emociones que lo hacían feliz. Y así despacito se durmió, pero antes miró al niño y dijo: ¡Hasta mañana!   



. Alegría, orgullo y agonía .
Naciste en diciembre
el verano llegaba
y el octavo hijo
a la vida asomaba.
Niñez pobre
monedas juntadas
para ir al cine
y comprar la entrada.

"Palo de escoba"
te decía
y no te gustaba
aunque te cabía.
Tu cabello rubio
se asemejaba,
al trigo marudo
en la temporada.

Ya adolescente
de aprendiz te mandaron
y hasta Buenos Aires
tus viajes llegaron.
Y el pequeño viajero
con el paso del tiempo
llegó a ser aprendiz,
y de profesión joyero.

Llegaron los bailes
que no te gustaban
pero allí estaba la chica
que vos anhelabas.
Dos años de novios
luego del casamiento
construyeron su nido
para los hijuelos.

Primero una niña
y luego el varón
la familia armada
con el corazón.
La vida pasaba
los hijos crecían
y ustedes de a poco
mayores venían.

Después de algún tiempo
la reunión de amigos
jugando a las cartas
trajo un poco de olvido.
Aunque caminando
por sitios queridos
tus tristes miradas
traían recuerdos
de besos perdidos.

Te fuiste despacio
aquella mañana
tus ojos celestes
que ya no miraban.
Dormido quedaste
como vos querías
en un día triste
de lluvia y de frío.

El miedo en tu vida
fue tu compañía
una parte tuya
que vos maldecías.
Miedo que te consumía
y que no podías
por más que quisieras
echar de tu vida.

Y ahora pasados
dos años desde tu partida
tu hija te escribe
esta sencilla poesía.
Es un homenaje
al hombre querido
que fue para ella
alegría, orgullo y agonía.


martes, 13 de noviembre de 2012

Marcela Rosales


Foto de Darío Leiva (La Bandada)
Una pregunta que se les suele hacer con cierta frecuencia a los escritores es ¿desde cuándo escribe usted? Sin embargo, la pregunta relevante a mi modo de ver sería ¿desde dónde se escribe? Al menos en mi caso, la espacialidad - en sentido geográfico y simbólico - ha jugado un papel determinante en mi necesidad de escribir. Aunque nací en Córdoba, crecí en el sur, en un pueblo de la provincia de La Pampa, en un ambiente familiar donde predominaban las vivencias de desarraigo. Mis padres no eran de allí y no teníamos familiares directos. Los libros, la música y los amigos que hicieron las veces de familia se convirtieron en nuestra pequeña patria, pero cierto sentimiento de orfandad persistió en las lecturas escogidas, en las melodías compuestas por mi padre en su guitarra y en los amigos elegidos, de los cuales presentíamos que un día habríamos de separarnos también. 


Y así fue, en efecto, cuando con parte de la familia regresé a vivir a Córdoba. Yo tenía 15 años y a partir de ese momento, las experiencias infantiles -un tanto diletantes y nostálgicas-  de escritura previa, se fueron transformando paulatinamente en mi único modo de habitar el exilio. Los poemas de mi primer libro "Versos como naves" (EDUCC, 2005) - sonetos- llevan consigo, a la deriva y sin poder jamás vencer la distancia, el amor que no pudo ser, la música del padre ausente y las lecturas de Miguel Hernández, compartidas en las silenciosas noches pampeanas. Mi segundo libro, "Con tu pie desnudo" (Alción, 2008) sale en busca de otra musicalidad, la que está ligada a mi experiencia temprana en la danza, como una forma de reapropiarse de un espacio que siente ajeno y que resulta imperioso resignificar. Finalmente, mi último libro publicado "Ciudad de huecos" (Alción, 2011) refleja el arribo al sitio preciso desde donde escribo, el cual después de tantos balbuceos, comienzo a saber nombrar. "Habitamos los huecos", como dice Santiago Augustu, un amigo pampeano -músico y poeta- con quien voy aprendiendo a hacerlo. 

El gran Césare Pavese afirmó alguna vez que se escribe desde una conmovida perplejidad ante una tierra desconocida. Creo que eso resume bellamente todo lo anterior. Desde esa conmovida perplejidad que a veces llega hasta el ahogo, bajo un cielo sin regreso escribo para poder respirar.

Marcela Rosales, noviembre de 2012.



. Dos comediantes .

                  “Si sigo acobardado y no me dejo ver
                   ¿ocuparás mi lugar? Gracias.
                   Tu hermano mayor,
                                                   Groucho”

Y un día, nosotros también nos fuimos.

Salíamos de madrugada a enfrentar la ciudad
con los demás fantasmas de las siete.
Yo subía al micro apretujada entre los cuerpos
helados, sólo para ir entrando en calor.

Vos recorrías el colegio buscando señales,
un pequeño gesto que delatara al impostor.
Pero nada, eran muy estrictos en esa cofradía
de espectros.

Para el mediodía ya estábamos escondidos
en el hueco. Los sillones dejaban de ser cama
y aprendían a ser mesa. Yo sólo sabía hacer arroz.

Comíamos en silencio enterrando en las
flores de porcelana el olor de las magnolias.

Después, yo te leía el Quijote y llorábamos
a carcajadas.


* * * * * * * * * * * *


. Autómata .

Hay trenes que se empacan en maletas
aviones que se guardan en sombreros,
barcos que se doblan en pañuelos
y carrozas que se calzan con los guantes.

Las estaciones, en cambio, no caben,
no caben.

(Se extienden por el mundo como rieles
y nos dejan varados)


* * * * * * * * * * * *


. Hospital .
       
                     “Me quemaré en tu sol, Concepción”
                                                         Hugo Rosales

Rías negras      
      rías de la vida
                  rojas rías.

El pico nevado en lo alto
miasmas flotando en lo bajo.        
Cuerpos dolientes-padres ausentes
sombras helándose al sol.

La mujer in
              /
        grávida
el hijo no
            /
         nato
el padre no
           /
      muerto.

El hijo anudado a la madre
la madre anudada al padre
el padre anudado al cable
el cable anudado al viento
el viento anudado al hueco
de mis venas abiertas:

gota-goteo remedio
                    rojas rías
gota-goteo alimento
                    rías de la vida
gota-goteo excremento
                    negras rías.

Hijos silentes-tumbas pacientes
sombras helándose al sol.


 Marcela Rosales (Ciudad de huecos, Alción, 2011)


* * * * * * * * * * * *



. Nighthawks .



             “‘Comunicarse’ es una palabra
                    abusada, como ‘amor’.”
                    Charles Bukowski

Una noche cuando tenía diez años
mi padre me llevó al desierto,
me entregó una escopeta y un candil
y se marchó. ¡Buena caza! -fue todo
lo que dijo-. No lo volví a ver.

Buena caza –coreé chocando
mi vaso contra el tuyo vacío.
Vos le pediste al barman
un whisky decente.

Cuando tenía catorce años,
después de otra trifulca familiar
le grité a mi padre que se fuera
de una maldita vez y nos dejara
en paz. Esa noche en el patio
de casa con la falda enroscada
en la cintura, escalé los 3 metros
de la antena de tv. y me hamaqué  
sobre el vacío por horas.

Vos escuchaste por un momento el blues
que se filtraba a través del mostrador
y evaluando el trago a trasluz dijiste:

Nada mejor que invertir la perspectiva.



Pintura de Edward Hopper.

domingo, 4 de noviembre de 2012

Delia Pilar Checa


Delia Pilar Checa

Nació en San Salvador de Jujuy, Argentina; se trasladó muy pequeña a Mendoza donde se radicó. Egresó como médica de la Universidad Nacional de Cuyo, profesión a la que se dedicó hasta su jubilación, posteriormente le llegó el momento de ahondar en una "materia" que tuvo siempre pendiente: la literatura... pues siempre fue una enamorada de ésta, participando en estos últimos años activamente en el ámbito literario plasmando en papel algunas de sus obras. Ha publicado poemas en antologías y algunos libros propios. Finalista en el Certamen Internacional de Poesía Surrealista del Café Poético 2010. Finalista en  el Certamen del Centro de Estudios Poéticos de Madrid 2010. Ganadora primer Premio de Poesía, tema libre, del Certamen Nacional “Renacer literario” de Sociedad Argentina de Escritores filial San Rafael 2011. Miembro del foro Café Poético desde el 2010 formando parte actualmente de la Administración. Participante de taller de Poesía "Juntarenas" y del Café literario de la SADE. Participante del Ciclo “Conoce a Nuevos Escritores” 2012.






 .Designios maternos .

Cuando nací, 
con tierna sonrisa, 
mi madre me dijo: 
Fruto de mis entrañas…
mira estos dos blasones
que con dolor te brindo… 
Escoge….

Aquí un yugo tienes…
Gozarás si lo eliges 
lo material y de sensuales placeres,
de la riqueza y el poder.
Pertenecerás al género
de hombres comunes
lo que una ventaja supone,
afrontarás pocos riesgos,
en la manada humana
te sentirás protegido.
La ambición será el motor 
que te impulsará a competir
lo que te llenará de disfrute.
Aunque ignoro si te sentirás pleno…

He aquí el otro blasón…
Una estrella que alumbra y mata,
ante ella los hombres comunes
con pavor huyen pues sabrás
que el que porta luz solo se queda.
El que crea crece y padece…
Con el corazón herido
marcharás por ignotos caminos.
Si ésta eliges serás
el que de vivir no tuvo miedo.
El que irá deslumbrando con sus pupilas
mientras a su vida le crecen alas…

Escoge bien…hijo mío…
El mundo tienes por delante
y escultor de tu vida eres…



. Poema del agua .

Soy río subterráneo, 
corriente oscura que corre
mientras mis ignoradas linfas 
fructifican las savias…

Regocijada ante la inminencia primaveral 
y el emerger de tiernos tallos, 
estallido de luz y color,
recorro ocultas rutas con osadía.

Entre tanto en la sombra discurro,
ingratos, los gérmenes olvidan,
cuando devienen corolas el amor
y el beso mío que sus raíces nutrió.

¡No importa! 
A mi alma exaltan 
ante el milagro de la vida.
Al emerger de la tierra
reflejaré el rostro del ser
cuya sed sacie y, límpida, con celo,
espejaré rutilantes estrellas
con las cuales me beberá,
absorberá así un trozo de cielo…

Te asombrarás cuando de aquella 
brote transformada en río manso
y cantarino con márgenes
de florecillas multicolores
en discurrir maravilloso…

O me precipite al abismo
en torrente coronado de arco iris,
sin dejar de cantar mi canción.

O me vuelque al mar y me funda
con él aceptando sagrados designios…

O me convierta en bruma,
del agua su fantasma.

O en rocío, su sonrisa.

O en nieve frágil, blanca mortaja
que cubrirá la tierra.

O en hielo en que, como Lot, 
seré estatua salina.

O en témpano que reflejará
rosas de auroras boreales

O en lluvia que serán las lágrimas
Que el cielo derramará.



. Las manos de mi madre .

Hace tiempo, madre,
que tu imagen menuda
da vueltas alrededor
de mis letras...

Recuerdo que tus manos,
cuando ya la muerte
se ensañaba contigo,
se vistieron de un silencio denso.

Manos sarmentosas,
cuerdas tensas,
pequeños garfios anudados,
llenas de las ocres huellas
que el tiempo fue dejando...

Años de labrar jardín,
lidiando con azada y rosales,
llenando ese orbe
de pequeños milagros.

Como araña laboriosa
tejiste mil sutilezas
y en tu otro reino, la cocina,
aromado con orégano y tomillo,
obraste maravillas...

Las manos no podían ocultar
la marcha inexorable del tiempo
-¡qué sinceras son las manos!-,
la entrada inminente
en ese crepúsculo
tras el cual terminarían
todos tus afanes.




. Imaginación .

Imaginación… túnica
que viste mi silencio de belleza,
convoca mis demonios
en una danza erótica e intrépida.

Imaginación, túnel mágico,
tenue ranura de lo impredecible,
que me lleva al mundo de lo sutil,
donde mis sueños viajan entre remolinos.

Imaginación… Resonancia
de sonata de mágicos arpegios
en cuyo pentagrama se deslizan
ingrávidas mis dulces ilusiones…