jueves, 19 de septiembre de 2013

Bienvenidos




Empezamos la segunda temporada de TINTA DE POETAS.

Con una propuesta renovada retomamos las publicaciones de este blog de poesía.

La idea en esta oportunidad es promocionar los diversos poemarios que llegan a nuestras manos, ofrecerles datos bio-bibliográficos de sus autores, algunas lecturas que otros hayan hecho de la publicación y exponer otro material extra como videos o audios. Finalmente, estará la opción de contacto con el autor para que puedan adquirir sus libros y colaborar con la causa.

Hace punta la poesía cordobesa de la mano de:


RARO de Iván Ferreyra




Seguinos en:






Raro - Iván Ferreyra

1.POEMAS


Made inTaiwan

En la ciudad sin mar,
el amor es agua.

Mario cerraba el evento,
tiene cáncer en el cerebro me dicen,
hace un año que no toca.
Perdió un ojo y media boca,
pero no el corazón,
y Mario lo menciona mientras pide disculpas
por el fallo que nadie oyó,
nos ofrece Titanic y su Saxo,
el barco de su vuelta a la lucha.
Mario mira el mar,
a nosotros las lágrimas nos congelan la cara.
Ya en mi cabeza no suena otra cosa que un Cello
y una lluvia que no moja.
Una forma de debilidad me crece en la piel,
no se avanza arrodillado ante la tristeza,
el silencio de los que no cuidan
lastima más que un bisturí.
Me acostumbré a no joder,
como si en eso creara un manual
de instrucciones de supervivencia.
La poesía me abandonó,
me dejó en la calle,
hace días que no se banca mi dolor en el pecho,
mi tos histérica,
esa flema que reemplazó la sangre,
no tolera mi debilidad.
Me abandonó como quién lo hace
con lo que percude, resisto,
me rescato construyendo barcos
de papel glacé,
y solo soy un caballo con miedo en un salto ornamental.
La poesía me abandonó en una esquina,
está sentada al lado de la travestí
más linda del Mercado.
Mis dedos no sirven ni para señalar.




Milagros

Una cajita musical en manos de una nena respira
unos acordes celestiales y barrocos.
Alguien come un asado quemado en un galpón
lleno de leña y vino barato,
y rebuzna “quién dice que en la Argentina hay hambre”.
Otro nene de tres años con la cabeza frente al televisor
llenándola de dibujos animados,
y gritando cada vez que lo apagan.
Quieren internar a todo el mundo que piensa distinto.
Los conservadores.
Dos perdedores renuncian a un par de medias,
consideran que esas cosas se consiguen sin pensar.
En los viajes, los bares nos tientan con la palabra mágica
“Minutas”.
La gente sin conocerse eleva la mano invocando el saludo.
Con las uñas largas, llenas de tierra y un hacha,
hay quien maltrata a la leña como a su pasado.
Un gordo maneja un camión,
y asoma la cabeza, toma aire y putea.
En la vidriera de un kiosco,
se toma cerveza como en una plaza.
Un flaco de cincuenta años tiene un kilo por año
y una tristeza por kilo.
La vida tiene extrañas formas de manifestarse.
La patria de los poetas es su lengua,
pero también es su infancia.
Raro alumbra los ojos de los perros con su sonrisa.
Raro es una foto hermosa.


Samanta Morton

El encendedor,
los escalones
del Museo Genaro Pérez,
la adrenalina de la primera vez,
vos sentada,
tus uñas negras
y el flequillo que te cabe,
sonaban las sirenas
y la gente se multiplicaba,
pasaba algo.
Alguien hablo de que
no podía tener hijos,
y que lo intentaba;
a sus espaldas pasan
cientos de personas,
y él solo reflejaba esa soledad
que los ojos no perciben.
El encendedor Spar
y la película de Samanta Morton.
Ya nadie busca a López.



Reynolds

Los que se parecen a los pájaros.

Los downs caminan sin hacer ruido
con la espalda inclinada.
Con una mano imaginaria en el hombro.
Apurados o lentos.
Sin término medio.
Esquiando sobre su saliva.
Observadores de la nada.
Aferrados a cualquier cosa material
que denote pertenencia.
Down no es caer.
Las manos en los bolsillos acomodando
un sexo que no usarán. Robustos
y con el culo lleno.
Sin vida útil.
Vedados de ser padres o madres.
Abrigados con colores sin combinación.
Protegidos por seres que entienden la diferencia.
Que saben abrazar.
Que saben que nunca será igual.
Ellos cultivan la paciencia del ser humano
mejor que cualquier religión.
¿Cuántos años podrán existir?
El viento me golpea el cuello.



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2.DATOS BIO-BIBLIOGRÁFICOS



Iván Ferreyra: Sodero. Mecánico. Carnicero. Portero de edificio. Jugador de Fútbol. Escritor de horóscopos. Periodista. Gerente de whiskería. Vendedor de parcelas de cementerio parque. Vendedor de destornilladores de precisión a ciegos y gitanos. Manager de hinchas de fútbol. Editor. Divulgador de Discurso. Llenador de mariposas en la panza. Enfermero alpinista. Animador de feriados. Activista de internet. Performer. Blogger. Escritor.


Sus blogs:
http://actitudpjharveyx.blogspot.com.ar/
http://antiplanx.blogspot.com.ar/
http://elplayerox.blogspot.com.ar/
http://facundoriveraalegre.blogspot.com.ar/
http://ivanferreyra.blogspot.com.ar/
http://ivanferreyran2.blogspot.com.ar/
http://jorgexjorge.blogspot.com.ar/
http://manualdelucha.blogspot.com.ar/
http://matemosajorge.blogspot.com.ar/
http://nataliapepagaitan.blogspot.com.ar/
http://osvaldojorgebayer.blogspot.com.ar/
http://polosecki.blogspot.com.ar/
http://poloseckix.blogspot.com.ar/
http://recovecosx.blogspot.com.ar/
http://revistarecovecos.blogspot.com.ar/
http://rodolfojorgewalsh.blogspot.com.ar/
http://rompehielosx.blogspot.com.ar/
http://severinavuckovicx.blogspot.com.ar/
http://unbarenelcielo.blogspot.com.ar/
http://unachicakaurismaki.blogspot.com.ar/
http://venganzadelosdelfines.blogspot.com.ar/
http://xcanals.blogspot.com.ar/
http://zepolx.blogspot.com.ar/


Raro, por Iván Ferreyra, 1a ed., Villa María, El Mensú Ediciones, 2012, 170 p.; 20x14 cm, ISBN 978-987-1894-02-4. http://elmensu.blogspot.com.ar/2012/09/raro-ivan-ferreyra_17.html
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3.LECTURAS



Versión Libre
Lo insoportable
Por Carlos Schilling



¿Con quién hablan los poemas de Iván Ferreyra? Todos parecen dirigirse a alguien definido (una chica, un amigo, un artista, una novia, una ex novia, un travestí), pero hay algo, un obstáculo invisible, que siempre los desvía de su trayectoria original y los vuelve erráticos. Es como si la persona que debía escuchar de pronto se hubiera movido o se hubiera retirado y en su lugar no quedara nadie.
Esa desaparición del destinatario en cierto modo está cifrada en la contratapa en la que sólo figura una pregunta: “¿Dónde está Julio López?”. Raro se inscribe así dentro de un programa artístico y político de Ferreyra, quien hace años desarrolla una especie de activismo extraño, individual y colectivo a la vez, en el que la figura de López, ese desaparecido de la democracia, es una interrogación abierta y una preocupación constante. Lo confirman el epígrafe (“Raro es que no aparezca López), algunas menciones en los poemas y una foto del autor con un barbijo en el que se lee “Love López”.
Pero en todo caso esa dimensión política aparece integrada, o mejor dicho, provisoriamente mezclada – ya que los poemas de Ferreyra tienden a la desintegración – con otras dimensiones de la vida personal, y de ese modo el discurso poético se vuelve más grumoso, más espeso, con algún ingrediente equivocado en la receta, algo que sobra, algo que no encaja en la formúla.
Es una vía del exceso, que en términos vitales se encuentra a medio camino entre la bohemia y el reviente, pero que en la materia de los poemas se revela en la abundancia de referencias literarias, musicales, cinematográficas, televisivas, históricas y personales, que son como un capital que Ferreyra está dispuesto a derrochar una y otra vez: “Cuando te gustan demasiadas cosas/ se vuelve insoportable vivir/ Como una bolsa de monedas que se te rompe en las manos”.
Y en ese capital también hay que contar los sentimientos que afloran en mayor o menor medida en casi todos los poemas y generan un tono singular que se adapta tanto a la ternura (ver: “Petra”) como al entusiasmo ver: “Viva Néstor para Siempre”) o a la descripción ver: “Charles Bronson”) y que se sostiene a lo largo de los más de 80 textos del libro.
¿Y qué o quién es “Raro”? ¿Un alter ego? ¿Un fantasma? ¿Un hombre? ¿Una mujer? ¿El momento en que uno se vuelve otro o viceversa? Sustantivo y adjetivo al mismo tiempo, “raro” no obstante funciona como un verbo, la acción poética de enrarecer la realidad mediante los actos y las palabras.



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Los niños no deberían tener secretos. 
Marcelo Dughetti entrevista a Iván Ferreyra

¿Qué se siente ponerle una bomba a la literatura bonsái?

Hace poco le pregunte a Alejandro Schmidt en una lectura de poesía, si en alguna de las tantas lecturas que escucho y participó, vio alguna vez a alguien del público llorar, respondió que no, luego, vino y me dijo, “la poesía no tiene que conmover, tiene que destruir”. Él fue el primero que me publicó. Uno de los que me alentó a armar la bomba.
¿En Raro está la melancolía de un pasado de oro pero también la necesidad de vivir conectado, enchufado, en un poema, el 39 se lee “El niño de la pelota juega solo, ya nadie salta paredones en busca de frutas prohibidas, ni roba flores de los jardines, ya no se juega en las calles”. Y en otro poema, el 72 decís “vivir sin luz, odiar el sol, amar la electricidad”. O en otro “nunca estás solo con un tubo fluorescente”. Eso junto a una revalorización de todo lo que sea redes virtuales, ¿como conviven esos dos mundos?
El pasado de oro habita en facebook, un especie de nuevo paraíso de la estupidez, dónde conviven los recuerdos y los deseos de lo que no podrá ser, y ahí estamos fingiendo no estar solos, presumiendo sabiduría y acciones que nos hacen mejores a los demás, y sí lo sabes llevar es algo positivista al menos. Nadie es igual con todas las personas, y esos mundos conviven de esa forma, como pueden, atrayéndose y repeliéndose como nosotros y nuestras relaciones de este siglo tan extraño. .



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Suicide Blonde: Un viaje a Cyterea Por la peatonal amarga
Reseña del libro "Raro" de Iván Ferreyra


¿Qué isla es ésta tan negra y triste?- Es Cyterea,
nos dicen, un país famoso en las canciones,
Eldorado trivial de todos los solterones.
Mirad, después de todo es una pobre tierra.


Cualquier intento de definir la prosa o el verso prosáico de Iván Ferreyra difícilmente superaría la entrevista que Juan Terranova le hace y que, por tal motivo, me atrevo a reproducir sin permiso de los autores, a la orden del día con los adelantos tecnológicos que ciertamente nos permiten re-democratizar el universo cultural a la manera de la babélica biblioteca borgeana.

Iván Ferreyra es un poeta de la experiencia urbana, un “callejero” y bien podría asumir esa figura de sucesor del grupo devorado por el fuego. Un irreverente con aire gótico y ganas de poetizar la angustia cotidiana a lo Nirvana: un buen solo de guitarra y detrás “esa oscura tristeza de baldío” que pintó Borges.

El desgarrado grito de Baudeleaire sobre los adornos de las tumbas o la melancolía de Pessoa dejando atrás un tranvía amarillo en su pueblo natal, sobrevuelan esas páginas tamizadas por los restos de la “escoria cultural” de la ciudad letrada: la música, el cine, la tv, en fin, el pastiche.

Raro es un tipo oscuro que atraviesa la grieta de una ciudad herida y partida en dos: ricos y pobres; doctos e incultos, matones y suicidas.
Un tipo raro, que sueña aún con la ciudad anarquista de Bakunin: el amor libre, las palmeras, el sol sobre la cara y el trabajo noble, mientras el asfalto le carcome los pies cansados de la desesperanza.
A este libro que camina la ciudad le fascina el rock y el glamour del cine de culto. Tiene un gesto irreverente y no puede subsumirse en el mundo del capitalismo tan livianamente como otros.
Así me lo imagino a Raro, un libro de poemas que el autor deja -cual trotamundos- a rodar por los subsuelos de “La Docta”. 
Ferreyra es un bohemio, pero no es un dandy. Es un heredero de los poetas malditos y la “boheme” parisina que misteriosamente quedó soñando versos sobre Colón y Gral. Paz, en esa ciudad de pobres corazones, una metrópolis que cruelmente reproduce un sistema de castas, tal como la imaginó Fritz Lang hace casi un siglo.
Bohemia: Incapacidad del arte de subsumirse a una vida monótona y gris. Brecht y Beckett lo dijeron.
Cuando hablaba con Ferreyra sentía flamear su capa invisible y pensaba que a lo mejor, no muy lejos estaba su “batimóvil”, esperando para atrapar por primera vez a los malos de verdad. A los “de arriba”.
Obsesionado con Julio López y con Facundo Rivera Alegre. Esos desaparecidos en democracia. Por las “Basuras de la Alta Suciedad”: hipocresía, impunidad, dolor y un baile que no llegó a su fin.
Lo de Ferreyra es puramente humano. Poemas con convicciones. Palabras como ballestas.
Poesía en pocos caracteres. Gratuitos por wifi.
Cada libro suyo que anda desperdigado por la Metrópolis busca una arteria abierta de la Ciudad. Una vena abierta de la comunidad. “Escribir para no morir”.
Un lector implícto: Una muchacha de mirada esquiva y atuendo punk.
Este libro tiene menos dolor y más alegría que los otros. Una sinestesia extraña que los conjuga paradojalmente: dulce melancolía o amarga felicidad.
Un viaje a Cyterea: un lupanar al aire libre, producto de la embriaguez de Baudelaire, perversión, desolación, exitación: eros y thanatos.
Los poemas de Raro me recuerdan también a esa “suicide blonde” de la canción. Me la imagino saltando de un poema y borrándose con el codo la sangre seca a lo Kill Bill.
Su musa inspiradora: Ferreyra está de vuelta.





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IVÁN FERREYRA. Un tipo RARO
Nuevo poemario del escritor cordobés
Por Darío Falconi



Hablar de Iván Ferreyra es hablar de un tipo raro. Es alguien que sale fuera de lo común, alguien que dice y hace lo que piensa, alguien que sale desnudo a la calle a mostrarse como es. Auténtico. A la hora de presentarse Ferreyra deja de lado todas las poses eufemísticas y paquetas, para esgrimir su ecléctico vitae: “Sodero. Mecánico. Carnicero. Portero de edificio. Jugador de Fútbol. Escritor de horóscopos. Periodista. Gerente de whiskería. Vendedor de parcelas de cementerio parque. Vendedor de destornilladores de precisión a ciegos y gitanos. Manager de hinchas de fútbol. Editor. Divulgador de Discurso. Llenador de mariposas en la panza. Enfermero alpinista. Animador de feriados. Activista de internet. Performer. Blogger. Escritor.” En esta enumeración está la esencia que nutren sus escritos, quizás por ello las coloca a todas en el mismo nivel, porque todos han sido importantes y porque allí está la vida, la verdadera vida.

Acaba de publicar RARO, su quinto libro y segundo poemario. En esta oportunidad y a lo largo de 83 poemas Ferreyra habla de todo; al decir del poeta local Marcelo Dughetti este volumen “estalla como una bomba y vuelan miles de fragmentos”. Dentro de una cubierta negra y con letras en mayúscula sostenida, RARO nos genera intriga y curiosidad. Quien se tope con este libro está tentado a tomarlo. Podrá girarlo y leer en la contraportada “¿Dónde está Jorge Julio López?”, que es una de las tantas maneras que Ferreyra ha encontrado para seguir bregando por el paradero del albañil y militante peronista, desde su lugar, para que esta búsqueda no sea devorada por el olvido.

RARO es un libro de poemas, Ferreyra contradice todas las modas, un poemario de casi 100 piezas no es algo común. Quienes han leído sus anteriores novelas, seguramente ingresarán a la lectura con cierto prejuicio de encontrarse un Ferreyra oscuro, embrollado o revulsivo; sin embargo la oscuridad que ofrece las tapas de este libro, no alcanza para opacar la luz que se encuentra en su interior. Nos encontramos con un escritor sensible y hasta tierno que asevera que “publicar un libro es tatuarse una palabra hermosa”.




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LECTORES RAROS
Por: Cecilia De Lucio (Poeta)


Raro es la abuela que nos duele.
Es el choripanero al que se le fueron las palabras
el día en que la tristeza se vistió de país.
Raro dice No puedo elegir el dolor de los demás
mientras guarda la luna entre sus ruedas.
Tiene el olor de la mujer que te atravesó
bordando
y de las que se quedaron a mirar tus cicatrices.
Es una conversación de día nublado. De perros y vecinas.
Raro está lleno de preguntas que rompen.
¿Dónde está Jorge Julio López?

Raro es el lugar de los que perdieron todo,
menos la ternura.


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Presagios del extrañamiento.
Por Santiago Pfleiderer,
Diario Alfil, martes 25/09/12


Raro (del latín rarus): (Adj.) Que se comporta de un modo inhabitual. Extraordinario, poco común o frecuente. Escaso en su clase o especie. Así es el nuevo libro de Iván Ferreyra.
Él es un escriba tatuado por la tinta de los muertos, de los desaparecidos, de los desengañados; tatuado por albinos, ciegos y mordido por perros callejeros. Iván Ferreyra recrea mitos desde las bocacalles, desde el Mercado Norte, desde Alberdi, desde Canals y La Carlota. El escritor que junto al dramaturgo Jorge Villegas y al poeta Omar Hefling llegó en un Ford K a La Higuera y a Vallegrande, los lugares donde asesinaron e inmortalizaron al Che Guevara.
Iván Ferreyra es un mensajero de cemento y graffiti. Oriundo de Canals (provincia de Córdoba), Iván –el N2- es el gestor cultural de los que no entran en las agendas. Ex boxeador y gerente de una whiskería, inventor de horóscopos, periodista y autor de los libros El Resentimiento, El hombre Que Ganaba Por Cansancio, Llueve y Bambi. También es el buscador incansable de Jorge Julio López, el editor de la revista Polosecki Magazine, de la editorial Antiplán y el creador de miles de blogs y de eventos para-kulturales como Otoño Sucio/Hermosa Tristeza, La Furia del Libro y los Jueves Malditos. Y acaba de presentar Raro, un nuevo libro de poemas.
Agitador cultural por excelencia, El N2 –como se denomina el escritor- es un activista en diferentes flancos. Desde Facebook provoca incansablemente. Y me refiero al activismo no como algo snob y puramente virtual, sino como una actividad constante de agitación desde la red social que se ve en hechos que se registran día a día en diferentes ámbitos de la ciudad: intervenciones artísticas y políticas, performances estéticas contra el aburrimiento de una ciudad donde comer choripanes de día es un delito.
En su prosa o en sus versos, Ferreyra le hace el aguante a Libros Son, a las editoriales independientes, a los músicos independientes, a los fotógrafos hermosos de esta ciudad como Tomás Barceló Cuesta, a Flay Belzagui y a los Músicos en la Calle. El Under es como un baño de hipermercado: montones de números haciendo cola al final de la noche para ir a mear. La tinta vibra en las noches donde un escritor le confiesa cosas a la mesa de un bar que cierra. Sonará feo para los pulcros oídos de algunos, pero la realidad tiene gusto a tinta y a vino en caja. Sino, váyanse al bar que está enfrente del colegio Monserrat y hablen quince minutos con el Cabezón Sotelo. Tiene boina roja y su compañía es una botella de Brahma.

Raro, el último libro de Iván Ferreyra (El Mensú Ediciones, 2012), contiene ochenta y tres poemas que se dibujan en una laguna oscura, en un terreno pantanoso como el delirio febril o experimentaciones oníricas donde el olor de una almohada, la oscuridad de una habitación cerrada, los besos y el perfume del sexo se mezclan con el olor a aceite quemado de las motitos de la rotisería y con las frutas podridas del Mercado Norte.
Al mejor estilo del poema “Sea (sounds of the Pacific Ocean at Big Sur)”, de Jack Kerouac, o a “Howl”, de Allen Ginsberg, Ferreyra escribe odas a realidades desvencijadas pero con cierto aire de exabrupto, de sorpresa y de una ingenuidad generada por el cansancio.

Los poemas son raros. Raro es que no aparezca Jorge Julio López. Raro es salir de joda un domingo, como los mozos y los peluqueros. Raro es ver un perro con brackets. Raro es que el Teatro Comedia no esté funcionando. Raro es tener sexo con una prima. Raro es el perdón, y raro es el resentimiento.
Uno va en la constante búsqueda de aquello que perdió, un camino hacia la redención. La vida es eso que te ocurre mientras la Mole Moli baila por un sueño. La vida es una sucesión de asados, dicen.




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4.EXTRAS








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5.COMPRAR

Una buena manera de colaborar con los poetas, para que puedan seguir publicando, es comprándole sus libros. Si te gustaron estos versos, no dudes en escribir a su autor.

Para comprar "Raro" de Iván Ferreyra, pueden escribirle a: ivanferreyra@gmail.com o mensu.ediciones@gmail.com

jueves, 9 de mayo de 2013

Agustín Druetta

Mi nombre es Agustín Druetta, nací en Barrio Los Plátanos, en la ciudad de Córdoba promediando 1988. Soy músico independiente y gestiono un proyecto artístico llamado Ole Blando (www.oleblando.com.ar). Durante los últimos años me he desempeñado en radio y televisión orientando el trabajo hacia la producción y la conducción. Hoy en día trabajo para Radio UNVM, el lugar que me ha desarrollado en este sentido.
Escribo desde que tengo uso de razón. Cuentos durante la infancia, luego canciones y mas tarde me incliné hacia la redacción periodística. Hoy en día sigo en la búsqueda de mi estilo propio, aterrado ante la idea de encontrarlo.


. Barcos de cama .
El cielo es de techo, cemento y pintura.
El mar está hecho de ropa y condones.
Los peces de almohadas, las sábanas duras.
Baldosas heladas y sentimientos nones.

El barco naufraga desde que zarpó.
La bala en la sien mató al capitán.
La palabra de tu alma mi boca tapó.
Silencios horribles te responderán.

Ella llorando de popa saltó.
Yo condenado a la proa salté.
Las camas de barcos naufragan de amor.
Plena alta mar y corriendo se fue.

La nada no tiene mucha explicación.
Los impulsos pensados pierden el sabor.
Retiro lo hecho y te pido perdón.
Tu error cometido es mi culpa mi amor.



. Que quisieras .
Querría no tener que pagar por tu mitad.
Querría que te duela, ya no por maldad sino por dividir la pena.
Querría que estemos atados, y no estar enredado.
Querría que te cueste, que nos duela por igual.
Que en la división de bienes te quedés con el deseo.
Que quisieras.
Querría que estemos adheridos, y no entumecimiento.
Querría que el alcohol te desinfecte las heridas.
Y que haga ring la madrugada.
Querría un no rotundo, a tantos sis inconsecuentes.
Querría que se acabe de repente, que pare de durarme para siempre.



. La carta .
En estas escaleras solo se puede bajar.
Condenados al descenso, dirección obligatoria, transitamos un camino irremediable, cercado a ambos lados por la resignación. Bajar es infinito, y aunque el suelo nunca se presente, el descenso si termina, un buen día se detiene.
En este irremediable camino -hijo- solo hay una decisión que podamos tomar. Se trata de elegir la forma, la manera en la que vamos a bajar:
Se puede caer a los golpes; tirar manotazos desesperados; intentar agarrarse de cualquier cosa; gritar como un desalmado. Estas son caídas poco elegantes, coincidirás.
Se puede bajar lentamente; peldaño a peldaño; pisar un escalón a la vez y aferrarse fuerte a la baranda. Esta bajada es cómoda pero insulsa y desabrida.
Una tercera forma de afrontar este descenso -hijo querido- es: Jugando a volar.
No faltará quién nos quiera convencer de que, en realidad, estamos quietos y es el resto de las cosas lo que sube. Aunque eso no sea cierto, es una bonita manera de comprender que lo estático es efímero y que todo al fin se va.
No hay que aferrarse a nada muchacho. Nunca.                           
Hijo. Vivir es el presente, el pasado es capital y no hay nada en el futuro de lo que te pueda hablar. Reventar contra el asfalto no será suficiente, seguirán jalando mi cadáver las sogas del descenso, incluso bajo tierra. Es por eso que te pido -fiel descendencia- que ahorres más caídas y mandes a cremar los despojos de este enchastre.



. Nudo a labios .
En ese crudo nudo a labios
vi predicado el Nunca más

No soy de andar etceterando
los errores que cometí

Yo soy un criador de cuervos veganos.
Evidente mente anda mal...

Ni es mi intención ponerte al tanto,
Yo se perder bien ante mí.



. Naranjas .
Que grandes al pedo estas naranjas.
Uno vuelve a los lugares de la infancia y los ve tan chicos, tan tracendentalmente pequeños.
Y después hay que aguantar estas naranjas, grandes al pedo.
Hay que joderse. Que injusticia.



. Procesador .
Suarez se sienta frente al monitor y trata de redactar algo que lo convenza, no solo a él sino a quienes imagina por lectores. Hace una pausa y escribe: “De la misma manera que un trago de agua, un momento a solas no se le niega a nadie”.

Se mete un buche de ron en la boca esperando que al mezclarse con saliva se haga palabras. Sospecha que lo que ha EsCriTo es una mierda: Escrito / escroto / escruto / escracho / escucho / eructo. Sabe que pierde el tiempo y que lo más sensato sería irse a dormir, pero también sabe que, de no ser por todas estas noches donadas al procesador de textos, jamás habría eScRitO nada.

Recuerda entonces la frase: “it´s just another brick in the wall” y relaja su mente a modo procesual “Todo es un proceso” Se dice. Piensa en un muro azul con pequeñísimas estrellas blancas, un muro fragmentado en ladrillos, pero en ladrillos que son noches, miles de bloques nocturnos, cada uno con sus puchos y su ron adentro, con su cursor intermitente jugando a los segundos. Y una brecha alquimista e invisible va convirtiendo el gratuito tiempo nocturno en cansancio laboral del día siguiente (Que suele adelantarse y llegar de madrugada). Suarez sabe que transpirará este ron en la oficina, y que el hedor lo va a seguir de vuelta a casa. Piensa en una hermosa siesta que tendrá lugar de acá a doce horas.

“Puta madre” piensa Suarez. “Puta madre” dice y repite.



. Comida China .
Qué tristeza che, que falta de respuesta: Éste silencio en código binario da la sensación de que nuestra ya humilde relación hubiera devaluado en un compra y venta de comida étnica que ni si quiera tiene la cortesía del saludo protocolar. Posiblemente «Te mando un beso» habría funcionado como una deliciosa trompada que, saliendo del monitor, golpea allí donde se perpetúa este crónico (sin) sentido de supervivencia de nuestro vínculo. Un vínculo en coma farmacológico: Vana respiración artificial con un típico asquito para el boca a boca. Reanimación tardía, ergo: vana. ¿Vana por su incapacidad para devolver la vida? No, en realidad vana por la falta de vida que el vínculo tiene (O que no tiene). ¿Vínculo? Ésta cosa intangible, diáfana y leve que reanimamos sin muchas ganas y cada tantos días.
— ¿Qué si quiero comprar qué? —No che, si sabes que no me gusta. Lo como de sinpromiso; lo como por comer; lo cosmo de polita; lo ¿Cómo lo como? Y encima hay que comerlo con palos.
¡Ay esos palos! Su diestra utilización hace reinar al comensal sobre la mensa. Se consagra en el arte culinario, sería un virtuoso; sería como un Steve Thai. ¡Qué mermelada de esnobismo carajo che! No sé manejar esos palos. Y no porque no pueda sino por un vanaglórico deseo de nomanejarlos: Es la negación; es oponerme a ellos; a esos palos tan modernos y milenarios; es negarse al rollo Chinese, al rollo in; al rollo Thai; al rollo Snob, o al rollo que sea, al de turno. Es oponerme justa injustamente; es ningunear aquel competitivo juego de mesa donde disimulados hambrientos sacan su interesantómetro, su cosmopolitómetro, su pilchómetro, su orientalómetro, su rollómetro, etc. Entonces emanan (sordos pero bien turnados) sus monólogos de boludeces.
— Bla, bla, bla…                                                                                                                                                            
— ¡Si, Seguro! Y Bla, bla, bla, también.
— !Ay! Perdón ¿no? Pero YO Bla, bla y bla.
Mientras tanto yo, sentado en una silla, tenedor en mano, me hago el criollo. That´s my rollo.





. Encontrarse perdido .
No lo vayan a tomar a mal, necesitaba irme un rato, salir a navegar en la bicicleta como para sentirle el olor verde a la tardecita, para ver ese diurno fluido solar que se proyecta entre las grietas de las casas rotas, esa luz que chorrea de las rendijas, que sortea los burletes y que invade los ranchos de la zona.
¿Vieron las ventanas abiertas que invitan la luz a pasar? ¡Qué cálidas anfitrionas de la claridad! ¿Y las dóciles puertas de tela? ¡Y cómo torean al viento!
La siesta es tirana. Sobre todo en verano, y más aún en las chozas de los barrios de afuera, allá por detrás de la ruta, injustamente lejos de los bulevares.
Quería perderme y pedalear desorientado. Liberarme de ese crónico y molesto sentido de la ubicación que tanto daño nos hace. Sentirle el sabor al miedo de meterse en lugares ajenos, en zonas desconocidas y en lapsos inciertos de tiempo que no podemos controlar. Quería deambular por los barrios bajos, por reflexiones infértiles, por túneles de excusas. Quería sentirme amortiguado en esas lomadas que nos pone el bienestar para que no excedamos la velocidad. Quería sentirme como antes: Parte del tolderío.
Hacía años que no me… Encontraba perdido, extraviado, desorientado, ni tan liberado. ¡Qué pesado es orientarse! Que maciza sensación; que imperceptible mochila es la ubicación que cuelga de los hombros. Así son las incómodas comodidades del hombre moderno, pesadas como el orden, siendo la vida en realidad tan leve.

Allí está erguido en su pedestal el insufrible ¿Por qué? -Bueno, Porque sí. Porque quería perderme; porque no lo hacía desde niño; porque necesitaba recordar la sensación del extravío; porque sentí que ya no sentía los sentidos.

Porque sentí que no sentía la inmunidad de entre sus brazos; ni el piso frío contra el pecho; ni el raspón en las rodillas; ni el consuelo de seda en el roce de su palma; ni las lágrimas lubricando el crónico roce de la cara contra la vida.
Sentí que no sentía los sabores: las horribles berenjenas, la dulzura de un bolón, el jarabe para la tos y la leche con chocolate. Sentí que me olvidaba del almíbar, de medio durazno amarillo como el sol adentro de una taza, del marrón dulce de leche, tan marrón como la tierra (tan dulce él como amarga ella) del agridulce crujir de las aspirinetas; del sabor de los dedos de los pies y de los guisos de lentejas.
Sentí que ya no olía ni a jazmines ni a espirales, ni a que viene lluvia; ni a las noches de verano; ni a la mierda del arrollo; ni a perro mojado. Sentí que no veía tan celeste guardapolvo a la mañana, ni marrones los martes y los jueves, ni amarillos los domingos. Sentí que no sentía aquel beso de frutillas que me diste en el living clausurado de una fiesta, ni el trayecto caminado desde el patio y la pileta hasta la pieza de tus viejos.
Sentí que no sonaban esos discos de estar bien los feriados a la mañana, ni los pájaros del árbol, ni los pasos en el techo. Sentí que no sonaban los cassettes  del Gacel; ni el cucú de la paloma internada por fractura entre cañaverales de alambre; ni las viejas de la esquina; ni vinilos de flamenco; ni los gritos de la paliza de la mujer del vecino. Sentí que no sonaba mas el timbre del recreo, ni el de casa, ni el de mi voz, ni el silencio de la noche, ni tus látigos de verbo tan sádicos de miedo.


Sentí que no sentía y encontré la bicicleta.